La nueva clase media: emergentes y progresistas
Rolando Arellano cree que la figura de un rombo es clave para describir la nueva silueta económica del Perú urbano. En su última investigación concluye que la estructura piramidal ha quedado atrás en las grandes urbes. Esta sorprendente transformación no estaría siendo advertida por las élites políticas y empresariales. Arellano, quizá el experto en marketing que más ha estudiado a los consumidores locales, acaba de presentar “Al medio hay sitio”, un libro que tiene una ambición puntual: cambiar la imagen que tenemos de nosotros mismos.
Por: Karen Espejo
¿Recuerdan la tradicional pirámide social del ABCDE, aquella donde el poder se concentra en su cúspide y decrece conforme nos deslizamos a su base? Pues este modelo podía retratar al Perú de hace 30 años, cuando la brecha entre clases era abismal.
“Pero hoy, que los adinerados también viajan en combi, viven en Comas y tienen apellidos andinos, o hay empobrecidos con autos, viviendo en Miraflores y con apellidos europeos, encontramos que hay pobres más ricos de lo que parecen y ricos más pobres de los que imaginamos. Nos estamos integrando, por eso ya no encajamos en una pirámide que nos divide”, explica Rolando Arellano, presidente de Arellano Marketing Investigación y Consultoría.
“Actualmente, la verdadera clase media del país se concentra en lo que antes conocíamos como el nivel socioeconómico C, compuesto mayormente por migrantes que llegaron a las ciudades en busca de oportunidades o para librarse del terrorismo”, agrega. Este sector, tantas veces marginado, hoy genera más del 30% de riqueza en las urbes, el doble que la tradicional clase A.
¿Cómo fue esto posible? Pues la incapacidad del Estado de controlar y atender a estos nuevos segmentos de la población urbana los empujó a crecer en las invasiones, autoconstruir sus casas y desarrollar una gran economía informal que, años más tarde, permitió que muchos de ellos inviertan en centenares de negocios estables y educación.
De pirámide a rombo
Este fenómeno, según Arellano, transfigura aquella base de la pirámide social en las caderas anchas de un rombo, que engorda conforme crece la clase media emergente. Una estructura de sociedad que, concluye el experto, nos estaría acercando a las naciones desarrolladas del mundo. Una lectura optimista sobre lo que ocurre en el país que, sin duda, resulta polémica. Sin embargo, hay historias de vida que parecen darle la razón.
Al medio de este rombo se encuentran hombres como Robert Turpo Jaco (38), quien dejó su natal Cerro de Pasco a los 11 años para instalarse en Lima con sus hermanos.
“Empezamos vendiendo verduras y frutas como ambulantes en el Campo Ferial de Ñaña. Trabajaba de día y estudiaba de noche. Con el dinero que reuní, me independicé a los 18 años y abrí un puesto de ropa en el Mercado Central de Lima”, explica entre ollas y envases plásticos que rodean su estrecho local de la cuadra seis de jirón Puno, en Mesa Redonda.
Pero las apariencias engañan. Sus maneras tan humildes de actuar, vestir y hablar ocultan bien su gran poder emprendedor. Robert viajó solo a las ciudades chinas de Hong Kong y Guangzhou para hacer negocios con exportadores de menaje y artículos de cocina.
Desde entonces, su tiendita le sirve, sobre todo, de centro de operaciones para conectarse telefónica o virtualmente con sus clientes en Piura, Tumbes, Chiclayo, Amazonas, Madre de Dios, Pucallpa, Huaraz, Chimbote, Huancayo, Pasco, Ayacucho, Ica, Puno y Cusco. Así, desde Mesa Redonda, abastece a los principales mercados mayoristas y centros comerciales de las regiones, con un promedio de 24 mil artículos por mes.
Sí, sus negocios los hace por internet, herramienta que, aunque parezca increíble, es más empleada por los llamados niveles C, D y B (en ese orden), que por la clase A, si se toman en cuenta los verdaderos tamaños de cada nivel socioeconómico, según investigaciones de Arellano.
Los estilos de vida
Para el especialista, quien además representa a la Asociación Mundial de Investigadores de Marketing, esta es solo una muestra del cambio. Si desea entenderlo a profundidad, hace falta dividir aquel rombo de la sociedad en seis estilos de vida.
A un extremo encontramos a los “sofisticados”, jóvenes adinerados, cosmopolitas y tecnológicos. Mientras que en el otro flanco tenemos a los “resignados”, muchos de ellos de origen andino y sin deseos de superación. “Ambos representan los estereotipos tradicionales de las clases más altas y bajas, pero conforman solo el 15% de la población; el 85% restante están presentes en todos los niveles socioeconómicos”, precisa.
Es aquí cuando descubrimos a las “conservadoras”, madres tradicionales cuya preocupación máxima es el hogar; y a los “adaptados”, interesados en su imagen dentro de la sociedad, trabajadores dependientes, que critican al gobierno, pero que no llegan a ser líderes del cambio. Sin embargo, pese a que ambos estilos encajan en el perfil del 40% de peruanos, están empezando a disminuir.
“Ahora la tendencia mayor recae sobre los ‘progresistas’, aquellos que siempre andan detrás de las oportunidades; y las ‘modernas’, mujeres que buscan su desarrollo profesional y laboral. Ellos son casi el 50% de la población compuesta por los peruanos emprendedores y todo indica que este grupo crecerá más”, afirma Arellano.
Ulises Huamán Quispe encaja perfecto en esa legión de peruanos que se construyen solos. Hace tres décadas, sus padres se asentaron en los arenales de Villa El Salvador, huyendo de la muerte que Sendero Luminoso diseminaba por todo Huancavelica.
“Tenía 15 años cuando el dueño de un negocio de diseño me dijo que le gustaban mis dibujos. Empecé a trabajar con él y tres años después me compré una máquina de impresión para instalar un taller de estampado de polos. No descansaba. En el día hacía los diseños, en las tardes estampaba y los fines de semana me ‘recurseaba’ como músico”, cuenta detrás del mostrador de una de sus ocho tiendas de ropa “Culture Exchange”, en ese monstruo comercial llamado Gamarra.
Hoy, con 25 años, y con su propia planta industrial, Ulises produce de 20 mil a 50 mil prendas mensuales, 30% de las cuales se exportan a Venezuela, Colombia, Chile, Ecuador, Argentina, Bolivia y Panamá.
Otro nítido ejemplo de cómo se ha ido gestando un cambio de actitud entre peruanos que nacieron en medio de la pobreza, es el caso de Ema de la Rosa, una madre soltera que migró desde Huánuco a Lima con sus dos hijas en busca de oportunidades, y sí que las encontró.
Metódica y luchadora, invirtió sus ahorros en el alquiler de un terreno en Chorrillos. Allí construyó con sus manos una casa de esteras. Y fue allí donde un cartel que ofrecía empleo en una planta de distribución de legumbres le cambió la vida.
“En este trabajo comencé separando menestras. Pero mi curiosidad me llevó a aprender todas las áreas y empecé a ascender a ayudante de almacén, a jefa de producción, a jefa de planta y luego me mandaron a conocer directamente a los agricultores.
Conocí los tejes y manejes para formar mi propio negocio”, cuenta la dueña de Agro Misti Trading, empresa de acopio y procesamiento de legumbres peruanas, ecuatorianas y bolivianas. Cada semana, Ema vende de 80 a 200 toneladas de sus productos a intermediarios que se encargan de comercializarlos al interior del país, o exportarlos a América del Norte, Asia, África y Europa.
¿Qué nos falta?
Y si todo parece marchar tan bien, ¿qué nos falta? Según Arellano, necesitamos desterrar la idea de que aún vivimos en una sociedad de pirámide.
“Los políticos, por ejemplo, cometen un grave error al seguir mirando el Perú de hace 30 años. Creen que sigue funcionando la fórmula de dar incentivos a las clases altas y ayuda a las clases bajas, cuando no saben que los progresistas o las modernas, que son la mayor parte de la población, pedirán, por ejemplo, herramientas para exportar y no bonos de dinero”.
La desconexión entre la élite política y los emergentes lleva a que estos no se sientan representados y opten por el peligroso voto inestable. “No hay identificación. El gobierno les habla en un lenguaje que no entienden, porque piensan: ese Estado que durante años me impidió crecer y me desalojó con sus policías municipales, ahora me busca porque soy grande, entonces yo le digo no”.
Rolando Arellano cree que la figura de un rombo es clave para describir la nueva silueta económica del Perú urbano. En su última investigación concluye que la estructura piramidal ha quedado atrás en las grandes urbes. Esta sorprendente transformación no estaría siendo advertida por las élites políticas y empresariales. Arellano, quizá el experto en marketing que más ha estudiado a los consumidores locales, acaba de presentar “Al medio hay sitio”, un libro que tiene una ambición puntual: cambiar la imagen que tenemos de nosotros mismos.
Por: Karen Espejo
¿Recuerdan la tradicional pirámide social del ABCDE, aquella donde el poder se concentra en su cúspide y decrece conforme nos deslizamos a su base? Pues este modelo podía retratar al Perú de hace 30 años, cuando la brecha entre clases era abismal.
“Pero hoy, que los adinerados también viajan en combi, viven en Comas y tienen apellidos andinos, o hay empobrecidos con autos, viviendo en Miraflores y con apellidos europeos, encontramos que hay pobres más ricos de lo que parecen y ricos más pobres de los que imaginamos. Nos estamos integrando, por eso ya no encajamos en una pirámide que nos divide”, explica Rolando Arellano, presidente de Arellano Marketing Investigación y Consultoría.
“Actualmente, la verdadera clase media del país se concentra en lo que antes conocíamos como el nivel socioeconómico C, compuesto mayormente por migrantes que llegaron a las ciudades en busca de oportunidades o para librarse del terrorismo”, agrega. Este sector, tantas veces marginado, hoy genera más del 30% de riqueza en las urbes, el doble que la tradicional clase A.
¿Cómo fue esto posible? Pues la incapacidad del Estado de controlar y atender a estos nuevos segmentos de la población urbana los empujó a crecer en las invasiones, autoconstruir sus casas y desarrollar una gran economía informal que, años más tarde, permitió que muchos de ellos inviertan en centenares de negocios estables y educación.
De pirámide a rombo
Este fenómeno, según Arellano, transfigura aquella base de la pirámide social en las caderas anchas de un rombo, que engorda conforme crece la clase media emergente. Una estructura de sociedad que, concluye el experto, nos estaría acercando a las naciones desarrolladas del mundo. Una lectura optimista sobre lo que ocurre en el país que, sin duda, resulta polémica. Sin embargo, hay historias de vida que parecen darle la razón.
Al medio de este rombo se encuentran hombres como Robert Turpo Jaco (38), quien dejó su natal Cerro de Pasco a los 11 años para instalarse en Lima con sus hermanos.
“Empezamos vendiendo verduras y frutas como ambulantes en el Campo Ferial de Ñaña. Trabajaba de día y estudiaba de noche. Con el dinero que reuní, me independicé a los 18 años y abrí un puesto de ropa en el Mercado Central de Lima”, explica entre ollas y envases plásticos que rodean su estrecho local de la cuadra seis de jirón Puno, en Mesa Redonda.
Pero las apariencias engañan. Sus maneras tan humildes de actuar, vestir y hablar ocultan bien su gran poder emprendedor. Robert viajó solo a las ciudades chinas de Hong Kong y Guangzhou para hacer negocios con exportadores de menaje y artículos de cocina.
Desde entonces, su tiendita le sirve, sobre todo, de centro de operaciones para conectarse telefónica o virtualmente con sus clientes en Piura, Tumbes, Chiclayo, Amazonas, Madre de Dios, Pucallpa, Huaraz, Chimbote, Huancayo, Pasco, Ayacucho, Ica, Puno y Cusco. Así, desde Mesa Redonda, abastece a los principales mercados mayoristas y centros comerciales de las regiones, con un promedio de 24 mil artículos por mes.
Sí, sus negocios los hace por internet, herramienta que, aunque parezca increíble, es más empleada por los llamados niveles C, D y B (en ese orden), que por la clase A, si se toman en cuenta los verdaderos tamaños de cada nivel socioeconómico, según investigaciones de Arellano.
Los estilos de vida
Para el especialista, quien además representa a la Asociación Mundial de Investigadores de Marketing, esta es solo una muestra del cambio. Si desea entenderlo a profundidad, hace falta dividir aquel rombo de la sociedad en seis estilos de vida.
A un extremo encontramos a los “sofisticados”, jóvenes adinerados, cosmopolitas y tecnológicos. Mientras que en el otro flanco tenemos a los “resignados”, muchos de ellos de origen andino y sin deseos de superación. “Ambos representan los estereotipos tradicionales de las clases más altas y bajas, pero conforman solo el 15% de la población; el 85% restante están presentes en todos los niveles socioeconómicos”, precisa.
Es aquí cuando descubrimos a las “conservadoras”, madres tradicionales cuya preocupación máxima es el hogar; y a los “adaptados”, interesados en su imagen dentro de la sociedad, trabajadores dependientes, que critican al gobierno, pero que no llegan a ser líderes del cambio. Sin embargo, pese a que ambos estilos encajan en el perfil del 40% de peruanos, están empezando a disminuir.
“Ahora la tendencia mayor recae sobre los ‘progresistas’, aquellos que siempre andan detrás de las oportunidades; y las ‘modernas’, mujeres que buscan su desarrollo profesional y laboral. Ellos son casi el 50% de la población compuesta por los peruanos emprendedores y todo indica que este grupo crecerá más”, afirma Arellano.
Ulises Huamán Quispe encaja perfecto en esa legión de peruanos que se construyen solos. Hace tres décadas, sus padres se asentaron en los arenales de Villa El Salvador, huyendo de la muerte que Sendero Luminoso diseminaba por todo Huancavelica.
“Tenía 15 años cuando el dueño de un negocio de diseño me dijo que le gustaban mis dibujos. Empecé a trabajar con él y tres años después me compré una máquina de impresión para instalar un taller de estampado de polos. No descansaba. En el día hacía los diseños, en las tardes estampaba y los fines de semana me ‘recurseaba’ como músico”, cuenta detrás del mostrador de una de sus ocho tiendas de ropa “Culture Exchange”, en ese monstruo comercial llamado Gamarra.
Hoy, con 25 años, y con su propia planta industrial, Ulises produce de 20 mil a 50 mil prendas mensuales, 30% de las cuales se exportan a Venezuela, Colombia, Chile, Ecuador, Argentina, Bolivia y Panamá.
Otro nítido ejemplo de cómo se ha ido gestando un cambio de actitud entre peruanos que nacieron en medio de la pobreza, es el caso de Ema de la Rosa, una madre soltera que migró desde Huánuco a Lima con sus dos hijas en busca de oportunidades, y sí que las encontró.
Metódica y luchadora, invirtió sus ahorros en el alquiler de un terreno en Chorrillos. Allí construyó con sus manos una casa de esteras. Y fue allí donde un cartel que ofrecía empleo en una planta de distribución de legumbres le cambió la vida.
“En este trabajo comencé separando menestras. Pero mi curiosidad me llevó a aprender todas las áreas y empecé a ascender a ayudante de almacén, a jefa de producción, a jefa de planta y luego me mandaron a conocer directamente a los agricultores.
Conocí los tejes y manejes para formar mi propio negocio”, cuenta la dueña de Agro Misti Trading, empresa de acopio y procesamiento de legumbres peruanas, ecuatorianas y bolivianas. Cada semana, Ema vende de 80 a 200 toneladas de sus productos a intermediarios que se encargan de comercializarlos al interior del país, o exportarlos a América del Norte, Asia, África y Europa.
¿Qué nos falta?
Y si todo parece marchar tan bien, ¿qué nos falta? Según Arellano, necesitamos desterrar la idea de que aún vivimos en una sociedad de pirámide.
“Los políticos, por ejemplo, cometen un grave error al seguir mirando el Perú de hace 30 años. Creen que sigue funcionando la fórmula de dar incentivos a las clases altas y ayuda a las clases bajas, cuando no saben que los progresistas o las modernas, que son la mayor parte de la población, pedirán, por ejemplo, herramientas para exportar y no bonos de dinero”.
La desconexión entre la élite política y los emergentes lleva a que estos no se sientan representados y opten por el peligroso voto inestable. “No hay identificación. El gobierno les habla en un lenguaje que no entienden, porque piensan: ese Estado que durante años me impidió crecer y me desalojó con sus policías municipales, ahora me busca porque soy grande, entonces yo le digo no”.
La miopía, sin embargo, también alcanza al sector empresarial. “Creen que hay que hacer un producto para el A, otro para el B, otro para el C y el D, en lugar de tener productos que lleguen a todos y puedan alcanzar la economía de escala. Si los políticos, los empresarios y la sociedad en su conjunto dejaran de pensar que somos distintos y se dieran cuenta de que cada vez somos más uniformes, entonces seríamos mejores”.
Las tesis de Arellano están cargadas de optimismo. Es probable que más de un académico busque cuestionarlas exhibiendo información cuantitativa sobre variables que el experto en marketing no habría tomado en cuenta. A su favor tiene, en cambio, una enorme legión de historias de éxito, como las de Robert, Ulises y Ema, que hacen creer que sí se puede surgir a partir del emprendimiento popular.
Cifras y datos
• En el 2006, la ponencia “Perfil, datos demográficos y estratos socioeconómicos”, presentada en el Congreso Esomar Latinoamérica, ya mostraba al segmento socioeconómico C como el estrato medio de la sociedad peruana, con un 29% de la población.
• El estudio nacional de Arellano Marketing en 2009, realizado en 15 ciudades, arroja que la participación del nivel C en la riqueza del país es del 31%, mientras que el B llega al 27% y el A al 14%.
• El 64% del nivel socioeconómico A y el 70% del C se consideran a sí mismos parte de la clase media, según estudios de la Asociación Peruana de Empresas de Investigación de Mercados.
Fuente: Diario La República (Suplemento Domingo). 30 de Mayo del 2010.
Recomendado:
¿Hay sitio al medio?