El sueño americano se desvanece
Por: Francisco Durand (Sociologo)
“Es el declive”, me dijo un profesor cuya oficina es contigua a la mía. Comentaba el hecho de que entre muchos estudiantes se ha perdido la capacidad de entrega y dedicación que los profesores de la vieja escuela, como mi colega, siempre esperaron de ellos. En similares conversaciones, he escuchado repetidas referencias al abandono de la ética protestante del capitalismo que Max Weber alabara entre norteamericanos y alemanes para explicar el surgimiento del capitalismo. Pero hay más.
Algunos mencionan que en realidad esa ética ya no es necesaria, en tanto los EUA se han convertido en una economía de servicio. Dos tercios de la economía funcionan en torno al consumo masivo, lo que genera sobre todo puestos de trabajo de venta en centros comerciales, más que en fábricas. El consumo en los EUA de hoy depende de ítems de alto precio –casas y carros– y los de menor precio, que se adquieren en los centros comerciales, convertidos en las catedrales modernas. Ahora los domingos no se va a la iglesia, se va de compras.
Tanto EUA como Inglaterra cada vez manufacturan menos. Sus corporaciones se han ido a otras partes, a países como el Perú o la China, donde pagan menos impuestos y salarios, al mismo tiempo que muchas grandes firmas de Wall Street se han concentrado sobre todo en el sector financiero y el trading. Todas estas últimas ganaron fortunas mientras creció el consumo, y pudieron explotar las oportunidades increíbles de vender lo que fuera a corto plazo con tal de tener una ganancia trimestral que reportar en la bolsa. Pero ni la economía de servicio ni la financiera, menos el trading, se sostienen en tanto no crean valor, productos nuevos. El trading es en esencia especulativo.
Bueno, siguiendo con mi colega el profesor, hace tiempo que me dice que se niega a comprar productos en Wallmart. Esta cadena de tiendas, la más grande del mundo, representa lo bueno, lo malo y lo feo del actual capitalismo consumista norteamericano. Wallmart vende a precios bajos bienes producidos mayormente en China o el Tercer Mundo, manda a la quiebra a las empresas locales –o las arrincona pues les impone precios bajos–, paga salarios mínimos y gana como loca sin pagar tantos impuestos. El modelo Wallmart, opinan algunos, es un síntoma del declive económico de los EUA.
El caso es que antes, para seguir con otras probables causas, en la locura consumista de los años 90, cuando gracias al crédito barato y al dinero plástico –las tarjetas de crédito que llegaban por correo incluso si uno no las pedía– las masas confluían a Wallmart y los shopping malls a satisfacer sus fantasías materiales, se perdió la distinción entre necesidades y placeres. Resulta que las necesidades como la educación y la salud eran más caras, mientras los productos de consumo se abarataban, dando una apariencia de bienestar inmediato que hacía olvidar los problemas. Cuando se fue agotando la expansión por crédito, se inventó otro mecanismo, el de la doble o triple hipoteca, todo con la venia de la Reserva Federal, que creía tonta o interesadamente que las burbujas crecen y mueren solas. Como las casas se podían comprar o rehipotecar a bajos intereses, y el precio subía –especulativamente por cierto–, resulta que los bancos lo llamaban a uno por teléfono para inducirlo a “refinanciar” la casa, y con el dinero uno regresaba al mall a seguir comprando.
Ciertamente, hay explicaciones más complejas y menos descriptivas, pero no las recomiendo al común de los mortales porque no las va a entender. Lo que sí se debe entender es que la base del sueño americano era ser propietario de una casa y que hoy es una pesadilla para muchos. Las casas se construían en unos pocos meses y se vendían o alquilaban rápidamente. Hasta que fue creciendo una burbuja especulativa que levantó los precios, cuando al mismo tiempo caminábamos a la tercera hipoteca, y luego las entidades financieras te daban préstamos sin colateral, ganaras lo que ganaras, y grandes compañías compraban y vendían paquetes de hipotecas, muchas con activos tóxicos, con la garantía de otra, como Goldman Sachs, que decía que si perdía valor te compensaban.
El caso es que todo colapsó en la crisis del 2008-2009, matando al sueño americano. Desde el 2008 hasta hoy, un promedio de 900,000 propietarios de casa han quebrado y los bancos, a su vez, las han rematado al mejor postor, llevando el precio más abajo todavía. Todavía no se recupera, sea que hablemos de Miami, Washington o San Francisco. La última cifra que tengo es de 909,000 casas perdidas entre enero y octubre del 2010. Y los que todavía la tienen, la siguen pagando, pero siguen hipotecados, no faltando algunos, como mi cuñada, que tienen la deuda al mismo nivel que el valor de la casa. Son dueños de nada, y si pierden el trabajo engrosan las filas de los desgraciados. Bueno, si al llegar a viejo sigues pagando tu casa, resulta que ahora ya no vives un sueño sino una pesadilla, pues se acerca el momento de la jubilación. Eso sin contar las siete tarjetas de crédito en promedio que uno sigue pagando. Cabe mencionar que los bancos unilateralmente te suben los intereses en nuevos préstamos.
Sean por las casas y el consumo de lo que fuere en los centros comerciales, y mientras no se recupere la economía popular, que ya no se puede soñar como antes en los EUA. Para empeorar las cosas, el déficit fiscal acumulado por guerras y exoneraciones a las corporaciones y a los ciudadanos de altos ingresos está ahora fuera de control. La deuda nacional crece y crece. Ha pasado, si no me equivoco con los ceros, a $ 12,25 billones. Se financia con bonos del tesoro vendidos principalmente en el exterior, sobre todo a China, nuevo centro de poder mundial.
Las guerras de Irak y Afganistán siguen sin tener un horizonte definido de victoria. Los soldados regresan a ser atendidos en hospitales con costos altísimos y aumenta el número de suicidios. Tampoco olvidemos que la gente paga más por educación y tiene salud más cara con menor cobertura. Cerca de 50 millones de estadounidenses no tienen seguro y muchos asegurados solo pueden pagar el mínimo. El gran temor es a una enfermedad catastrófica que los quiebre financieramente.
En fin, error tras error. Ciertamente, es un fin de época, de un siglo de oro que empezó probablemente en 1910, cuando los EUA tomaron Panamá y abrieron el canal en 1914, ganando luego la Primera Guerra Mundial en 1918, indicando así su rol de potencia en ascenso.
Ahora ha comenzado el descenso. Le toca turno a China, pero su ascenso será lento y no creo que pueda reemplazar a los EUA en tanto no tiene poder cultural ni discurso universal, y porque la maquinaria de guerra del Pentágono sigue siendo de primer nivel, por lo menos por un tiempo.
Fuente: Diario La República (Perú). Dom, 16/01/2011.
Por: Francisco Durand (Sociologo)
“Es el declive”, me dijo un profesor cuya oficina es contigua a la mía. Comentaba el hecho de que entre muchos estudiantes se ha perdido la capacidad de entrega y dedicación que los profesores de la vieja escuela, como mi colega, siempre esperaron de ellos. En similares conversaciones, he escuchado repetidas referencias al abandono de la ética protestante del capitalismo que Max Weber alabara entre norteamericanos y alemanes para explicar el surgimiento del capitalismo. Pero hay más.
Algunos mencionan que en realidad esa ética ya no es necesaria, en tanto los EUA se han convertido en una economía de servicio. Dos tercios de la economía funcionan en torno al consumo masivo, lo que genera sobre todo puestos de trabajo de venta en centros comerciales, más que en fábricas. El consumo en los EUA de hoy depende de ítems de alto precio –casas y carros– y los de menor precio, que se adquieren en los centros comerciales, convertidos en las catedrales modernas. Ahora los domingos no se va a la iglesia, se va de compras.
Tanto EUA como Inglaterra cada vez manufacturan menos. Sus corporaciones se han ido a otras partes, a países como el Perú o la China, donde pagan menos impuestos y salarios, al mismo tiempo que muchas grandes firmas de Wall Street se han concentrado sobre todo en el sector financiero y el trading. Todas estas últimas ganaron fortunas mientras creció el consumo, y pudieron explotar las oportunidades increíbles de vender lo que fuera a corto plazo con tal de tener una ganancia trimestral que reportar en la bolsa. Pero ni la economía de servicio ni la financiera, menos el trading, se sostienen en tanto no crean valor, productos nuevos. El trading es en esencia especulativo.
Bueno, siguiendo con mi colega el profesor, hace tiempo que me dice que se niega a comprar productos en Wallmart. Esta cadena de tiendas, la más grande del mundo, representa lo bueno, lo malo y lo feo del actual capitalismo consumista norteamericano. Wallmart vende a precios bajos bienes producidos mayormente en China o el Tercer Mundo, manda a la quiebra a las empresas locales –o las arrincona pues les impone precios bajos–, paga salarios mínimos y gana como loca sin pagar tantos impuestos. El modelo Wallmart, opinan algunos, es un síntoma del declive económico de los EUA.
El caso es que antes, para seguir con otras probables causas, en la locura consumista de los años 90, cuando gracias al crédito barato y al dinero plástico –las tarjetas de crédito que llegaban por correo incluso si uno no las pedía– las masas confluían a Wallmart y los shopping malls a satisfacer sus fantasías materiales, se perdió la distinción entre necesidades y placeres. Resulta que las necesidades como la educación y la salud eran más caras, mientras los productos de consumo se abarataban, dando una apariencia de bienestar inmediato que hacía olvidar los problemas. Cuando se fue agotando la expansión por crédito, se inventó otro mecanismo, el de la doble o triple hipoteca, todo con la venia de la Reserva Federal, que creía tonta o interesadamente que las burbujas crecen y mueren solas. Como las casas se podían comprar o rehipotecar a bajos intereses, y el precio subía –especulativamente por cierto–, resulta que los bancos lo llamaban a uno por teléfono para inducirlo a “refinanciar” la casa, y con el dinero uno regresaba al mall a seguir comprando.
Ciertamente, hay explicaciones más complejas y menos descriptivas, pero no las recomiendo al común de los mortales porque no las va a entender. Lo que sí se debe entender es que la base del sueño americano era ser propietario de una casa y que hoy es una pesadilla para muchos. Las casas se construían en unos pocos meses y se vendían o alquilaban rápidamente. Hasta que fue creciendo una burbuja especulativa que levantó los precios, cuando al mismo tiempo caminábamos a la tercera hipoteca, y luego las entidades financieras te daban préstamos sin colateral, ganaras lo que ganaras, y grandes compañías compraban y vendían paquetes de hipotecas, muchas con activos tóxicos, con la garantía de otra, como Goldman Sachs, que decía que si perdía valor te compensaban.
El caso es que todo colapsó en la crisis del 2008-2009, matando al sueño americano. Desde el 2008 hasta hoy, un promedio de 900,000 propietarios de casa han quebrado y los bancos, a su vez, las han rematado al mejor postor, llevando el precio más abajo todavía. Todavía no se recupera, sea que hablemos de Miami, Washington o San Francisco. La última cifra que tengo es de 909,000 casas perdidas entre enero y octubre del 2010. Y los que todavía la tienen, la siguen pagando, pero siguen hipotecados, no faltando algunos, como mi cuñada, que tienen la deuda al mismo nivel que el valor de la casa. Son dueños de nada, y si pierden el trabajo engrosan las filas de los desgraciados. Bueno, si al llegar a viejo sigues pagando tu casa, resulta que ahora ya no vives un sueño sino una pesadilla, pues se acerca el momento de la jubilación. Eso sin contar las siete tarjetas de crédito en promedio que uno sigue pagando. Cabe mencionar que los bancos unilateralmente te suben los intereses en nuevos préstamos.
Sean por las casas y el consumo de lo que fuere en los centros comerciales, y mientras no se recupere la economía popular, que ya no se puede soñar como antes en los EUA. Para empeorar las cosas, el déficit fiscal acumulado por guerras y exoneraciones a las corporaciones y a los ciudadanos de altos ingresos está ahora fuera de control. La deuda nacional crece y crece. Ha pasado, si no me equivoco con los ceros, a $ 12,25 billones. Se financia con bonos del tesoro vendidos principalmente en el exterior, sobre todo a China, nuevo centro de poder mundial.
Las guerras de Irak y Afganistán siguen sin tener un horizonte definido de victoria. Los soldados regresan a ser atendidos en hospitales con costos altísimos y aumenta el número de suicidios. Tampoco olvidemos que la gente paga más por educación y tiene salud más cara con menor cobertura. Cerca de 50 millones de estadounidenses no tienen seguro y muchos asegurados solo pueden pagar el mínimo. El gran temor es a una enfermedad catastrófica que los quiebre financieramente.
En fin, error tras error. Ciertamente, es un fin de época, de un siglo de oro que empezó probablemente en 1910, cuando los EUA tomaron Panamá y abrieron el canal en 1914, ganando luego la Primera Guerra Mundial en 1918, indicando así su rol de potencia en ascenso.
Ahora ha comenzado el descenso. Le toca turno a China, pero su ascenso será lento y no creo que pueda reemplazar a los EUA en tanto no tiene poder cultural ni discurso universal, y porque la maquinaria de guerra del Pentágono sigue siendo de primer nivel, por lo menos por un tiempo.
Fuente: Diario La República (Perú). Dom, 16/01/2011.
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