El humor del filósofo lacaniano
En esta charla, el
pensador esloveno Slavoj Zizek habla de sus orígenes filósoficos y
psicoanalíticos, dice que Europa está cerca del autoritarismo si continúa con
el estilo Berlusconi y alerta contra el ciudadano que “participa en todo”.
POR HECTOR PAVON
Hay método en su locura...
Slavoj Zizek es vehemente y apasionado por la palabra y así se lo percibe en la
imagen y la voz que llega a través de una videollamada por la pantalla de la
PC. Se encuentra en San Pablo donde presentó un nuevo libro sobre Hegel y va a
hablar un poco en esta entrevista del libro que publicó aquí El
más sublime de los histéricos (Paidós).
Así es su producción intelectual: tiene más de 60 libros escritos que se
multiplican y superponen alrededor del mundo en decenas de idiomas. Y eso lo
hace feliz: “El mejor momento de vida siempre se relaciona con el último libro
de filosofía que escribí”.
-¿Cuál es la lectura que
hoy hace de este libro que escribió hace treinta años como tesis, dirigido por
Jacques Alan Miller?
-Suelo ser muy crítico. Pero debo admitir que ésta es mi primera obra seria.
Preferiría que todos mis libros anteriores fueran quemados. Este es el primer
libro que no me disgusta. Lo que más me sorprende es lo poco que he cambiado.
No me gusta que haya muchos grandes cambios. Mi último libro que acaba de
aparecer en Brasil –de más de 1.000 páginas, Less than nothing– podría
tener la tapa del libro del que hablamos. Siempre estoy escribiendo o editando
el mismo libro.
-Heidegger, Lacan, Marx y
Hegel señalan el origen de su filosofía. ¿Cómo armó esa constelación?
-Tenía 21 años cuando escribí mi primer libro que fue sobre Heidegger y el
lenguaje. Había dos grandes orientaciones en Eslovenia: la filosofía oficial,
dominante, es decir, el marxismo y la Escuela de Frankfurt. Y la otra, no
oficial, la de los heideggerianos. Yo estaba más o menos con ellos, luego explotó
el pensamiento francés: Foucault, Lacan, Althusser. Y nuestra joven generación
quedó inmediatamente fascinada con ellos, porque este pensamiento francés fue
atacado brutalmente por las dos orientaciones en Eslovenia. Y esto nos intrigó:
cómo podía ser que los enemigos oficiales, los heideggerianos, y los marxistas,
hablasen el mismo idioma contra su enemigo común. Estuvimos oscilando: un poco
de Lacan, Derrida, Foucault, Althusser, Deleuze. Y luego nos volvimos
lacanianos, pero todo esto fue a través de Hegel. Su universo fue nuestra
experiencia formativa.
-¿Conoció en persona a
Jacques Lacan?
-Sí. Pero estoy completamente seguro de que él nunca me conoció. Hablé con él
dos veces cuando estaba estudiando en París, con Jacques Miller. Conocí a
algunas personas que en aquel momento se analizaban con Lacan y que me contaron
que estaban seguros de que Lacan, ya senil, ni siquiera los escuchaba mientras
se psicoanalizaban con él, que Lacan no sabía quiénes eran. Miller nos
presentó, pero estoy convencido de que Lacan no supo quién era yo.
-¿Y hoy está en contacto
con Miller?
-Lamentablemente no. Gracias a él comprendí a Lacan. A comienzos de los 80 fui
admitido a un seminario suyo. Miller tenía la habilidad mágica de “traducirnos”
a Lacan. Creo que a Miller le interesaba más expandir su parte clínica y quería
que yo volviese a Eslovenia e iniciase clínicas lacanianas pero yo no quise.
Aunque me considero demasiado loco, la sola idea de ser un psicoanalista me
parecía una locura. Lo que lamentablemente sucedió es que él se movió hacia la
centroderecha liberal y escribe columnas en dos medios de la centroderecha
francesa: Le Figaro y Le Point.
-En el documental “Zizek!”
usted dice: “no queremos realmente lo que pensamos que deseamos...”
-Es la lección básica de Lacan. Lo que deseás no es generalmente lo que querés.
El tema es que a menudo, cuando obtenés demasiado de lo que pensás que deseás,
el resultado puede ser el horror. El psicoanálisis hace algo que puede parecer
simple: te confronta sin excusas con lo que efectivamente deseás. Es horrible
de asumir. Nuestra posición natural es la hipocresía: deseamos algo pero
preferimos no tener lo que queremos. Un ejemplo político brutal: hoy está de
moda decir que la gente quiere tener voz, participar en política. No. La
mayoría, no. Esto es lo problemático cuando se dice: “Necesitamos una
ciudadanía más activa”. Que la gente debe participar en las decisiones, en
reuniones, en sus comunidades locales, etcétera. No es así, salvo en
situaciones de emergencia, en estos hermosos momentos de revueltas y demás. Pero
en el largo plazo, lo que la gente quiere es un orden público, organización
estatal, que las cosas funcionen y me permitan hacer bien mi trabajo. No me
gusta este casi superyoico terror de ser un ciudadano activo, que participa
todo el tiempo. No funciona de ese modo.
-¿Y cuál es el lugar de la
ética en este contexto? Algunos plantean que debe ser repensada...
-Los problemas que estamos confrontando no pueden ser respondidos por ningún
sistema ético tradicional, antiguo. Tampoco la religión ni la ética secular
estándar. Lo que sabemos por la biogenética o las ciencias cognitivas sobre
nuestro cerebro es que hay increíbles posibilidades de conexiones cerebrales a
computadoras y demás. Se podría cambiar genéticamente nuestros niños, nuestro
ADN, no hay reglas claras en esto. Lo más significativo de esta confusión fue
que Jürgen Habermas, el más alto representante de la izquierda liberal secular
alemana, y el entonces cardenal Joseph Ratzinger escribieron juntos un pequeño
volumen contra la amenaza de la biogenética. Ellos, grandes oponentes, bregaban
por poner límites. No es una respuesta suficiente. Me parece que vivimos un
momento de crisis ética, pero no me refiero a la queja habitual conservadora de
la pérdida de valores. Me refiero a que estos valores están en crisis desde sus
cimientos. Vivimos tiempos muy abiertos e interesantes.
-Y en el cruce de
psicoanálisis y filosofía, ¿qué elige, la vida real o la ficción?
-Según Lacan, a veces la ficción es más real que la vida real. A veces lo que
es excluido o reprimido de nuestra realidad se formula más tarde disfrazada de
ficción. Por eso me gusta la ciencia ficción porque podemos ubicar cosas que no
podemos confrontar directamente en la realidad. Por ejemplo: Lincoln de Spielberg. Una película de la
mitología liberal oficial donde Lincoln aparece como el maestro ejecutor de las
maniobras necesarias. Pero, antes apareció Lincoln: cazador de vampiros,
un filme de terror absolutamente loco en el que se cuenta que los verdaderos
enemigos de Lincoln eran los vampiros que apoyaban a la Confederación de
estados del Sur, que les proveían la sangre que necesitaban, de los negros y
los muertos. Lincoln lo sabía y por eso en la batalla de Gettysburg utilizó
balas de plata, porque entre los combatientes sureños había vampiros. Toda la
violencia, la lucha para terminar con la esclavitud, llamémosla lucha de
clases, está ausente en la película oficialista de Spielberg y se recrea, en
una película de ficción.
-Hay una pregunta conocida
de Freud: “¿Qué es una mujer?”. Actualicemos esta inquietud por: ¿Qué es un
hombre?
-Estoy tentado a decir que la lección más profunda de Lacan es que la mujer
está en una posición ontológica más fundamental. Que la subjetividad está en su
nivel más fundamental femenino. Y que el hombre es una reacción a la mujer, el
hombre viene en segundo lugar. En esto, Lacan dio vuelta la Biblia, que primero
habla de Adán y la condena de la diferencia sexual y luego de la mujer. El
hombre viene en segundo lugar, es una especie de ello para la mujer. Porque,
otra vez, esta inconsistencia pura de ser sujeto del orden simbólico, que Lacan
habría llamado “el no-todo”. El hombre, entonces, es un intento a través de un
significante fálico para totalizar esto, y así sucesivamente. Hace poco leí un
libro sobre Corea del Norte donde la autora demuestra cómo el régimen
norcoreano no sería un régimen autoritario machista sino que es profundamente
no feminista, pero sí maternal donde la propaganda del partido es la de una
madre de masas, todas las metáforas del poder son maternales. Hay canciones que
dicen cosas como que el partido es la madre de la gente y que la gente sólo
podrá sobrevivir si toman la leche del partido madre: “nunca abandonaremos tu
seno materno, madre partido”.
-Ha asustado a los europeos
cuando escribió: “El futuro de la democracia es Berlusconi...”
-Exageré un poco pero señalé algo muy triste. Sólo Europa y un poco EE.UU. se
encuentran en crisis; América Latina está progresando rápidamente; Africa
subsahariana está progresando; Malasia; Polonia. China, Singapur, Taiwán,
tienen un progreso explosivo. En todo el planeta, al capitalismo le está yendo
mejor que nunca. ¿Pero qué es lo que está en crisis? El matrimonio interno
entre el capitalismo y democracia se está desintegrando. Lo que está
apareciendo hoy es una nueva forma de capitalismo, pero que ya no necesita a la
democracia en el sentido europeo. Fijate en China: los viejos comunistas totalitarios
hoy parecen ser los mejores administradores del nuevo capitalismo. Y, lo de
Berlusconi fue una señal de cómo, lento pero seguro, la misma tendencia
autoritaria, aunque se mantenga la democracia, la misma irrelevancia gradual de
la democracia está creciendo también en algunos países de Europa. Si entráramos
en un mundo que deje de ser ideológicamente europeo, entonces quizá tengamos
una sociedad mucho más autoritaria.
-Usted criticó movimientos
como “Occupy Wall Street”. ¿Le parece posible que surja algo nuevo de esta
crisis?
-Sí, claro. Hasta escribí un libro The year of dreaming dangerously.
Estuve, por supuesto, a favor de “Occupy Wall Street”, pero enfaticé que era un
gesto negativo. La importancia de “Occupy, Wall Street” fue que mostraban que
había algo mal más allá de nuestro sistema económico. Y, además, la democracia
en su forma actual, la democracia multipartidaria institucional no es
suficiente para lidiar con estos problemas. Lo principal es que al menos en
algunos países europeos hay situaciones protorrevolucionarias. Sin embargo, no
hay movimiento que podría redireccionar esta profunda y agresiva insatisfacción
hacia una dirección política mínimamente positiva. Si se les pregunta a los
manifestantes qué es lo que quieren, todo lo que recibís como respuesta es
“queremos más dinero para salvar a la gente, más gente que ahorre dinero, más
justicia, una vida digna”. Pero si les preguntás a los manifestantes: “Ok, pero
¿qué quieren, más específicamente? ¿Un capitalismo más keynesiano? ¿Más moderno?,
inmediatamente recibís respuestas confusas. Me parece que el verdadero perdedor
en esta crisis es la izquierda radical. En Grecia hay un movimiento griego muy
bien organizado, ¿qué ocurre si ganan las próximas elecciones? La mayoría
quiere formar un gobierno de coalición nacional aun con gente cercana a la
democracia para salvar al país. La mayoría persigue esta línea pura de no
compromiso. Entonces el problema subsiste. El problema de la izquierda que
simplemente no puede formular un gran proyecto. Ahora bien, por supuesto, la
respuesta obvia habría sido “Quizás no podemos formular semejante proyecto. Tal
vez debamos seguir modestos, pragmáticos y realistas, y simplemente tratar de
cambiar el sistema gradualmente: más cuidado de la salud, más política
ambiental, y demás”. Por otro lado, China, India y otros países continúen
desarrollándose así, la humanidad entera no puede convertirse en consumidora
como los países altamente desarrollados. Hay un límite ecológico. El capital
trata desesperadamente de encontrar formas de prolongar esta etapa de lo
privado, por no hablar de nuevas formas de apartheid, de los problemas que
plantea la biogenética. Por eso, si no hacemos algo, si no hay una suerte de
acción colectiva, pienso que, si las cosas siguen igual que ahora, nos
estaremos acercando a una triste sociedad autoritaria, con apartheid,
privilegios para algunos y otros males.
-¿Los filósofos tienen
humor?
-Pienso que todos los filósofos dialécticos saben cómo tener humor. Hegel está
lleno de bromas, hasta de bromas cínicas, si se quiere. Heidegger es un caso
interesante porque es el único filósofo en cuya obra entera no encontrás ni una
sola broma. Conozco a Heidegger muy bien, pero, para asegurarme, suelo
preguntarles a amigos míos que son heideggerianos fanáticos si recuerdan algún
chiste. Y aquí viene la ironía. El único lugar que conozco donde Heidegger
formula algo como una broma es en una carta a un psiquiatra suizo que lo estaba
tratando, Medard Boss. En esa carta, Heidegger le informa a su amigo suizo
sobre su visita a Lacan a fines de los años 50. Y dice que Lacan le parecía un
buen psiquiatra que a su vez... necesitaba de un buen psiquiatra. Es el único
comentario irónico que le conozco a Heidegger.
Fuente: Diario Clarín, Revista Ñ. 16
de abril del 2013
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