La gala del criollismo
Por: Daniel Parodi Revoredo (Historiador)
Lima está de fiesta, la canción criolla se viste de gala. Las guapas limeñas lucen su belleza y gracia sin par. Las cuerdas de la guitarra trinan, los criollos corazones vibran. A los alegres sones de la canción popular. Vals, “Acuarela criolla”.
Se nos viene un nuevo Día de la Canción Criolla que de seguro nos traerá, además de jaranas en callejones, centros musicales y peñas, el pánfilo debate acerca de su peruanidad, su autenticidad y hasta de su “posición política”. La referida polémica es sin duda extraña pues cuestiona una manifestación cultural no en base a criterios estéticos sino ideológicos. Más extrañas aún son algunas afirmaciones que he escuchado como: “el criollismo tomó el poder en la época de Velasco”; “el criollismo es la careta oficial del Estado que posterga a la música andina” y otras más que, por perogrullescas, no voy a reproducir.
Me parece que las ideas anteriores provienen de una lectura bastante trasnochada del Amauta José Carlos Mariátegui, cuya acertada crítica del centralismo limeño fue indistintamente aplicada por sus seguidores a las expresiones culturales limeñas, muchas de ellas de origen más bien popular. Curiosa confusión: aquellos criollos tildados casi de reaccionarios fueron los mismos zapateros, panaderos, tendederos y trabajadores textiles que conquistaron la jornada de las ocho horas en 1919, y Mariátegui los apreciaba mucho.
La cuestión de Velasco es también exuberante. En los últimos cuarenta años he escuchado y visto diferentes spots publicitarios, algunos de ellos políticos y es común que utilicen tal o cual género musical para difundirse. Este fue el caso de la omnipresente tecnocumbia “El ritmo del chino” en 2000. No me quedan dudas de que las políticas asistenciales que el fujimorismo aplicó a los sectores urbano-marginales le han granjeado una clientela política cautiva, pero de allí a decir que la tecnocumbia es fujimorista hay un paso hacia el abismo de la sinrazón y la ignorancia que no voy a dar.
Es cierto que durante el Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada se difundieron dos bellos valses –“Contigo Perú” e “Y se llama Perú”– como parte de su programa nacionalista. Estas canciones se hicieron tan populares que han trascendido en el tiempo y hasta el día de hoy forman parte de nuestro acervo patriótico. Sin embargo, cabe recordar que fue también Velasco quien aplicó la Reforma Agraria y convirtió a Túpac Amaru II en precursor indígena de la Independencia y la nación peruanas. Si un régimen en el siglo XX se preocupó por reivindicar lo andino, éste fue el de Velasco. Por ello creo pertinente una reinterpretación del proyecto nacionalista del GRFA, el que apuntó hacia la construcción de una nación plural, mestiza e inclusiva, nutrida por manifestaciones culturales diversas.
En los actuales tiempos, de fragmentación ideológica y globalización, el folclore debe ser visto como parte del amplio repertorio cultural que conforma la identidad del individuo. Lo criollo, lo andino y lo amazónico; el vals, el huaino y la tecnocumbia forman parte de él cuando dicho individuo es peruano. Por lo pronto baste con comprender la cuestión y a ver si este 31 de octubre les permitimos a los seguidores de Felipe Pinglo, Carlos Saco, Pedro Espinel y Pablo Casas jaranearse como es debido, sabedores de continuar una hermosa manifestación de la cultura peruana.
Fuente: Diario La República. 21 de octubre del 2011.
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