sábado, 7 de diciembre de 2013

Libro ¿Qué es Nación? Entrevista a Hugo Neira.

El Código Neira


Hugo Neira repasa la historia política contemporánea y presenta el segundo libro de su anunciada trilogía teórica.

Carlos Cabanillas

Desde su balcón, toda la sólida ciudad se desvanece en el aire. Más precisamente, en la neblina limeña. El silencio que habita en su torre de marfil lo ha ayudado a escribir decenas de libros y algunos clásicos. No le preocupa que algunos izquierdistas olviden citarlo. Ya lo citó Eric Hobsbawm, acaso el historiador marxista más importante del siglo XX. “Dejé un trabajo con él por venir a la Reforma Agraria”, recuerda entre risas. Con solo 77 años aún planea escribir un estudio sobre el populismo, un libro sobre el desencanto político en estos tiempos de relativa bonanza y, encima, una aproximación a Borges, a quien imita a la perfección, con párpado caído y todo. Antes promete terminar la anunciada trilogía que empezó con ¿Qué es República? (USMP, 2012) continúa ahora con ¿Qué es Nación? (USMP, 2013) y terminará con ¿Qué es Estado (y Sociedad)? “Solo después de ese tercer libro descenderé a lo particular, a ver qué pasó en el Perú”, cuenta desde su torre.

–Usted advierte que, por fin, “ha llegado la hora de la teoría”. 
–Las ciencias sociales no son ajenas a los cambios del mundo. Como el subtítulo de mi libroHacia la tercera mitad (SIDEA, 1996), estos también son “ensayos de relectura herética”.


–Una relectura interdisciplinaria, como ya es costumbre en usted. 
–Hay sociología, historia y ciencia política, que es la ciencia del conflicto. En eso Marx acertó, pero la lucha de clases no es la única lucha. ¿Lo que no hay? Un nuevo absoluto. Por eso el título es una pregunta.


–¿El hereje Neira sigue pensando que las ideologías son las “nuevas teologías”? 
–Como el filósofo alemán Eric Voegelin, creo que son die politischen religionen: religiones políticas. Tuve dos impactos históricos: mi compromiso con el velasquismo y la caída del Muro de Berlín. El velasquismo fue un Estado anticipado con reformas para una sociedad conservadora que se defendía con uñas y garras. No me arrepiento. Luego, viví la caída del Muro en la academia europea. Ahí se vino abajo el determinismo económico, salvo para algunos empresarios que hoy son los nuevos marxistas. Hubo que revisar los epistemes.


–En el fondo, la suya es una historia de las ideas. 
–Sí, porque la nación parte de la voluntad, sea de las élites o del pueblo. Renan dice que la nación es un plebiscito cotidiano. Votamos todos los días por ser parte de algo. Es la forma superior, luego de la familia y el clan. Pero el nombre llega después. Cuando apareció la burguesía le llamaban el ‘tercer estado’. La institutriz Flora Tristán se indignó al ver la miseria del ‘pauperismo’ y del ejército de putas en Londres. El proletario que trabaja para alimentar a la prole vino después. Así, los franceses ya eran franceses antes de la Revolución.


–¿Francia fue creación de sus élites? 
–Sí, fue una unidad impuesta desde arriba. La nación francesa se construyó bajo nueve siglos de monarquía del Ancien Régime. Caminos, impuestos, censos. Tocqueville lo dijo: en Francia ha habido dos revoluciones. La administrativa y la que vino después. Como liberal, reconoció la importancia de ambas, pese a que 17 familiares suyos subieron al cadalso. En Alemania fue al revés: de abajo hacia arriba.


–¿Cuál fue el rol del protestantismo en Alemania? 
–Para ser un buen alemán había que ser un buen protestante y para eso había que saber leer. No había protestantes iletrados. Mientras tanto, había muchos católicos analfabetos que solo escuchaban misa. ¿Qué unía a los sesenta estados unificados por Bismarck en 1871? Nada, salvo la lengua. La lengua nos habita, dicen los lingüistas. Nosotros no la hablamos: la lengua nos habla. Los poetas lo saben mejor que nadie. Por eso la Alemania cultural existió antes que la Alemania política. Allá la lengua es la cultura, y die kultur significa la civilización. Por eso la tierra de los filósofos entró rápidamente a la modernidad. Ahora Putin es Bismarck: quiere anexar Bielorrusia y Ucrania a través de la lengua.


–Dos formas de construir nación: desde la cultura y desde el aparato estatal. 
–La tercera es el Reino Unido. Una roca en medio del mar que construyó su experimento. ¿Cómo se construye lo atípico si no es en una isla? Siempre la utopía es en una isla. Allí está Cuba.


–El líder carismático juega un rol. El populista, el intelectual, el nacionalista. 
–Sin nacionalistas no hay nación. La modernización de Japón parte del emperador. En México hay una relectura de la revolución a través del PRI. Y el de Ghandi fue el mayor triunfo anticolonialista de la historia. Haya se impresionó mucho con él. Como dice Max Weber, cada nación es una singularidad, una innovación. En Europa, la modernidad secular crea la nación. En los otros países nace de la tradición y la religiosidad.


–Volvamos a la herejía. En 1972 usted dijo: “Desde Mariátegui en adelante lo que se ha hecho es religión: el último laico fue González Prada”. 
–El modelo tradicional del partido comunista fue la orden jesuita. Allí nace la idea del intelectual de acción, austero y disciplinado. No olvidemos que Ignacio de Loyola fue un militar. A mí el comunismo me dio rigor. Afortunadamente, me libré de sus dogmas. Fui lo suficientemente comunista como para renegar del comunismo. 


Raúl Porras Barrenechea le enseñó a fichar. “No es muy liberal ningunear la existencia del otro”, dice Neira. “La izquierda y la derecha se necesitan”.

Fuente: Revista Caretas n° 2312. 05 de diciembre del 2013. 

martes, 3 de diciembre de 2013

Richard Sennet. La relación entre lo material y lo social.

Richard Sennett: “Se desprecia la praxis”

Sociología. Richard Sennett dice en esta entrevista que la mano y la cabeza no Están separadas en el trabajo aunque la sociedad sólo valore a una de ellas.

Justo Barranco
El capitalismo financiero ha cambiado el mundo. Y no para mejor, opina el sociólogo Richard Sennett. La aversión al largo plazo de este capitalismo ha sido uno de los factores que han originado la crisis actual y que ha cambiado radicalmente nuestras vidas en las últimas décadas. En El artesano (Anagrama 2009) parte de una vieja conversación con su profesora Hannah Arendt, la autora de La condición humana , en la que ella separaba la producción física, en la que seríamos poco más que bestias de carga, de la creación mental. Para Arendt, la mente entra en funcionamiento una vez terminado el trabajo. Para Sennett, en el proceso de producción del artesano –todo aquel que desea realizar una tarea bien hecha, y que incluye no sólo la producción manual, sino también a programadores, médicos, artistas o padres– están integrados el pensar y el sentir. La mano y la cabeza no están separadas, aunque nuestra sociedad sólo valore una.
–¿Por qué la relación entre la mano y la cabeza es básica?

–Nuestra potencia mental se desarrolló a través de las manos, de la manipulación de cosas. Hoy pensamos en las actividades materiales como cosas estúpidas, percibimos nuestros cerebros como una maquinaria autosuficiente. Es erróneo. Hay un proceso abierto entre mejorar las capacidades físicas y el pensamiento, una relación estrecha entre la mano, la cabeza y el corazón. Pensamos un diseño y creemos que esa imagen mental puede proyectarse al mundo. Una política malísima: no aprendemos de la práctica.

–Parece aquella vieja división filosófica entre alma y cuerpo.
–No es la filosofía sólo, la política también. El capitalismo ha alentado esta división. En las últimas décadas los bancos han negociado con abstracciones, teorizan sobre los valores y pierden el contacto con lo que es una fábrica, una tienda. Muchos compran y venden empresas que no entienden. Ni lo necesitan, porque compran su valor monetizado. Y no hay posibilidad, artesanía, de hacer que la empresa sea buena o mala, no hay conocimiento. Compran una empresa de colchones y la venden a otra pero con más deuda, esta hace lo mismo. La empresa cada vez tiene menos capital y tiende a la quiebra. Le pregunté a uno de los compradores: ¿Has visto cómo se fabrica un colchón? Me dijo que para qué, si sólo iba a ser propietario tres meses. Así se desarrolla ahora la economía capitalista, se desprecia la praxis, las manos en la masa, no saben qué hacer porque de hecho nunca han gestionado nada.


–¿Es la explotación actual?
–Sí, la dominación de las finanzas sobre la economía real. Las finanzas son una operativa abstracta. Siempre pensamos que el capitalismo es hostil a la artesanía porque discapacita al artista, pero es más sofisticado: no está implicado en la práctica. Teoriza. Por ejemplo, con la deuda. Es una de las razones de la crisis actual.

–¿Y las otras?
–Otra es la forma del tiempo en el capitalismo hoy: todo es a corto plazo. La economía global se reorienta al comercio del precio de las acciones más que a sus beneficios finales. La noción de gestionar una empresa para tener beneficios a largo plazo ha desaparecido. Puedes ganar dinero con empresas que están perdiendo. De manera que cuando llegas a una economía como esta no tienes ningún interés en lograr que la economía real funcione.


–¿Qué piensa de los suicidios en Francia en Renault o France Télécom?
–Estamos estudiando el desempleo a largo plazo en Wall Street y encontrando cosas muy similares. Alcohólicos y suicidios no sólo entre los que pierden el trabajo sino entre los que se quedan, que están tan estresados porque para conservar el puesto de trabajo tienen que hacer cada vez más. El capitalismo en los últimos veinte años se ha hecho completamente hostil a la construcción de la vida. En el antiguo capitalismo corporativo de mediados del siglo XX podías sufrir injusticias pero construirte la vida. En los últimos 20 años se ha convertido en algo inhumano y la izquierda tan contenta de ser hombres prácticos que pueden hablar con los banqueros. De hecho, el primer movimiento en la crisis ha sido ayudar a los bancos. En Inglaterra se compraron cuatro y aun así se decidió no interferir en lo que hicieran.

–¿Cuál es su alternativa?
–No podemos volver al antiguo capitalismo. La izquierda debe reflexionar sobre cómo hacer crecer empresas que realmente permanezcan. Empresas de tamaño pequeño como las del norte de Italia y sur de Alemania, con trabajos muy especializados. No fabrican en masa y trabajan más a largo plazo, desde la formación de los trabajadores a sus relaciones de exportación. Un trabajo artesanal, que puede ser muy avanzado, como pantallas de enorme definición para operaciones quirúrgicas.


–“El artesano” es el inicio de una trilogía de despedida.
–Quería unir las preocupaciones básicas de mi obra, la relación entre lo material y lo social, lo concreto y lo abstracto. Luego me dedicaré al violoncelo, he recuperado la posibilidad de tocarlo, pero sólo me quedan diez años en la mano. Por cierto: todos los músicos son artesanos, saben que no existe una idea musical sin base física. Los otros libros están dedicados a la relación entre lo material y lo social: la confianza, el respeto, la cooperación, la autoridad, la artesanía de las relaciones sociales. Y a nuestra relación con el medio ambiente.

–Usted rechaza lo que implica la idea de sostenibilidad.
–Porque no somos propietarios de la naturaleza. Sostenibilidad significa mantener las cosas como están. Es una metáfora errónea. Podemos funcionar con mucho menos tráfico, menos carbono. Distintos edificios. Debemos cambiar la noción de la modernidad de que el ser humano siempre dominaría la naturaleza. Produce autodestrucción. Copenhague ha sido terrible, especialmente los chinos, que cinco días antes decían verde verde, y luego que no, que no quieren que nadie interfiera con ellos ni conozcan su tecnología. Aterrador. Y los europeos, fuera de juego.


© La Vanguardia
Fuente: Revista Ñ (Clarín). 29 de noviembre del 2013.